domingo, 23 de noviembre de 2008

EL ADIOS DE ANA ORAMAS.




EL ADIOS DE ANA ORAMAS.

Han transcurrido ya algunos días desde que Ana Oramas nos sorprendió a todos renunciando al cargo de alcaldesa de La Laguna. Ya se ha elegido a nuevo alcalde en virtud de la mayoría absoluta que CC obtuvo en las elecciones de hace un año y medio. Por eso es el momento de hacer una lectura de esa decisión, lejos del tiovivo de declaraciones hechas en los días siguientes y del lógico carrusel mediático que se puso en marcha alrededor de la noticia.

Ana Oramas se convirtió en alcaldesa de La Laguna sin haber ganado las elecciones en 1999, fruto de un pacto con el PP que se prolongó hasta mayo de 2007, y se ha marchado después de haberlas ganado con mayoría absoluta. Son las paradojas políticas que pueden darse en nuestro sistema electoral. Todo legal, y dentro del marco que las normas electorales permiten. Pero ello no puede impedir que algunos hagamos ciertas valoraciones políticas de estas decisiones, tan trascendentales para el pueblo de La Laguna. Sin estridencias, sin alboroto, pero dejando por escrito nuestro parecer, con serenidad pero con contundencia, para que así quede clara nuestra posición, no reñida con el respeto personal que nos pueda merecer la ex alcaldesa.

La Laguna, como otros municipios, ha vivido una década de buenas cifras económicas, derivadas fundamentalmente del buen ritmo de la recaudación de los impuestos municipales, de las subidas continuadas de algunos tributos, y de las transferencias de capital que se obtenían de otras administraciones. En ese tiempo, Ana Oramas administró las arcas municipales con comodidad, a las que ingresaron, recien entrada en el cargo, los fondos del Plan Urban, conseguidos por La Laguna por otra Corporación, la de Eldfidio Alonso, y que requerían como condición para su obtención por la UE la unanimidad de todas las fuerzas políticas.

Durante sus nueve años al frente de la Corporación por tanto, Ana Oramas, no tuvo que afrontar situaciones muy complejas en lo que a la situación financiera del Ayuntamiento se refiere. Fueron días de vino y rosas en lo económico. En ese escenario, Coalición Canaria deplegó una estrategía política con la finalidad de consolidar su poder tras haber perdido las elecciones, y evitar mediante un pacto que Santiago Pérez se convirtiera en alcalde, estrategia consistente en un incremento enorme del gasto en el cápítulo de fiestas los primeros años, y luego en inversiones importantes, aunque de discutible utilidad social. Un dato: en La Laguna tras la era Oramas, sigue habiendo 25.000 personas viviendo en el umbral de la pobreza. Para desarrollar esa estrategia, no bastaba sólo con las cantidades ordinarias provenientes de la recaudación de los impuestos y de las transferencias de otras administraciones. Ana Oramas decidió entonces endeudar el Ayuntamiento llevándolo a límites hasta entonces desconocidos en La Laguna. Hasta 54 millones de euros, a devolver en diez años, a los que luego se añadieron los 9 millones que en 2007 se solicitaron para afrontar la situación derivada del cierre del mercado municipal. Aproximadamente hasta el 2017 no se terminará de saldar toda esa deuda. Esto quiere decir que hasta la Corporación que salga de las urnas en el 2015 deberá estar haciendo frente a la herencia de Oramas, al pago de su estrategía política.

Dicho todo esto, lo que no parece muy aceptable, aunque posible dadas las normas electorales, es que quien durante ocho años ha gobernado sin tener mayoría absoluta, y tras ocho años de pedirla, una vez obtenida, una vez que los ciudadanos le han depositado la confianza pedida, abandone sus responsabilidades municipales justo en el momento en el que la cosa se pone fea. Personalmente siempre creí que Oramas optaría por el Ayuntamiento y no por el Congreso de los Diputados, entre otras cosas porque ésta última elección no la ganó ni siquiera en su municipio, donde obtuvo menos votos que el PSOE, que fue primera fuerza.

Ahora el horizonte económico no es el mejor. El Ayuntamiento de La Laguna, como otros, se va a enfrentar a un año duro, de restricciones económicas complicadas, con una previsible reducción en la recaudación y en los ingresos provenientes de otras administraciones. Todo ello con un más que previsible aumento de las demandas sociales. Y justo cuando llegan las vacas flacas, Ana Oramas le dice adiós a La Laguna, provoca una crisis de gobierno, un cambio de alcalde y una reestructuracion de las áreas municipales, justo semanas antes de que el pleno municipal deba aprobar el presupuesto para el año 2009, el primer presupuesto restrictivo de los últimos años. Creo personalmente que este panorama tiene mucho más que ver con su decisión de irse que cualquier otra cosa. Ana Oramas no ha querido cargar con el posible coste que le supondría, en el mejor momento de su carrera política, la impopularidad de tener que ejecutar los inevitables recortes que todos los ayuntamientos van a tener que realizar, y además hacerle frente a un endeudamiento provocado por ella misma, que va a estrechar más el margen de maniobra del gobierno municipal. Creo que era el momento de quedarse a las duras despúes de años a las maduras. Al fin y al cabo Oramas le debe lo que es al esfuerzo de todos los laguneros. Estos se merecían que no tirase el timón que legitimamente le dieron hace un año y medio en las urnas.