sábado, 1 de mayo de 2010

LA MUERTE DE TOLO CALAFAT.


No soy aficionado al alpinismo y lo poco que se de este deporte es lo que de vez en cuando puede verse en televisión. Normalmente, el alpinismo es noticia cuando algún montañero consigue alguna ascensión importante, o tristemente, cuando algún accidente o percance acaba con la vida de alguno de ellos. Que muera algún alpinista en alguna montaña o expedición por lo tanto entra dentro de la información que desgraciadamente y en cierto modo ha dejado de sorprendernos. Sin embargo, el reciente fallecimiento de un alpinista balerar en el Annapurna, 8.091 metros de altitud, Tolo Calafat me ha sobrecogido.


Pude escuchar en la radio las declaraciones de su compañero de expedición, Juanito Olaizabal, y la manera en que describía la situación horas antes de que a Tolo Calafat se le diera por muerto, sus palabras me encogieron el corazón. Calafat en el descenso se había quedado extenuado, simplemente no podía moverse. Tenía un teléfono por vía satélite, se había quedado sólo, aislado, a 7.600 metros de altitud. Con ese teléfono podía comunicarse con el campo base. Suplicaba que le fueran a sacar de allí, los suplicaba por sus hijos por su familia. Pudo incluso hablar con su mujer. Desgraciadamente los equipos de rescate no pudieron hacer nada por él. La nieve le cubrió la segunda noche que pasó sólo en la montaña. Se le dio oficialmente por fallecido. Descanse en paz y mis condolencias para su familia.