lunes, 15 de octubre de 2012

Las manos de sal


Los recuerdos de momentos que no han pasado se enredaron en el reloj del atardecer. Soñé con sus manos buscando su rostro. Dibujándolo a la luz descompuesta de la tarde con manos de sal temblorosas de un día de enero, de cuando espejeaba el cielo gris sobre la playa. Soñé con su diálogo imposible de espumas y mares de tierra, de tiempos distintos. Un paseo con preguntas y respuestas mientras acariciaba tierna sus pies en la orilla. La soñé recorriendo los rincones de la memoria de mis días de infancia, tratando de entender mejor las noches en las que la luz cegadora detenía las madrugadas incendiadas. Quiero imaginar que la playa le susurró, que le contó los secretos, esos que sólo conoce el alma que al ocaso de una tarde de enero apagó sus días entre la espuma. Imagino que me ha visto jugar feliz en ese atardecer, sereno, mientras su voz me rescataba de un mundo sin paredes ni tiempos, y que así miró por fin en la profundidad de los ojos de un niño que aún existe debajo de un océano de deseperanza para entender al hombre que cada noche sueña que aun juega en su playa.