jueves, 18 de agosto de 2011

Una historia curiosa.



Hace muy poco hice un pequeño gran viaje que me llevó después de algunos días a callejear por Copenague. Después de perderme varias veces por su centro, recorrer la zona de su antiguo puerto, y degustar una espectacular e irrepetible TUBORG CLASIC, saqué mi cámara de la mochila y me dediqué a capturar pequeños momentos de tiempo, lo que se conoce popularmente como fotografías. En una de esas viejas plazas escuche unos acordes que me hicieron olfatear el aire, como un sabueso musical, olisqueando el pentágrama de la brisa de la tarde que ya caía. Inmediatamente me di cuenta de que aquello tenía mucha, mucha calidad. Me acerqué al corro de turistas despistados, mochileros y demás fauna urbana que parecían atrapados ante un joven guitarrista y un acompañante percusionista que de pronto transportaron Copenague al mismo centro de Memphis, Tennessee, al corazón del blues. Guitarra acostada sobre las piernas, al estilo hawaiano que es como se denomina, con un slide descomponiendo los acordes. El músico era simplemente espectacular. Tiré unas cuantas fotos y me deleité como hacía tiempo con una manifestación del arte tan pura como un músico callejero. Se llama Owen Campbell. Al terminar su concierto acudí como muchos otros a comprar uno de sus CD. Lo coloqué en mi mochila y con el buen gusto que me dejó llegué unos días después a España. Ya en casa deshice la mochila y corrí al equipo para escuchar el CD. Para mi desgracia se había roto durante el viaje y no era legible. Por suerte en su portada Owen colocó su pagina de Facebook y allí le pude localizar. LE mandé un mensaje privado diciéndole que me había encantado escucharle días antes en Copenague pero que se me había roto el CD. Pocos días despues recibí un sobre con un nuevo ejemplar desde Dinamarca. Increíble. Se tomó la molestia de mandarme el CD. Lo mejor no es esto, sino que es simplemente bonísimo. Pero más increíble es el hecho de que movido por la curiosidad entré en youtube para buscar algún concierto de Owen y he aquí que para cerrar el círculo me encuentro con que alguno de aquellos turistas despistados grabó exactamente la misma actuación en la que en aquella vieja plaza danesa escuche a Campebell y lo colgó en la red. Como diría otro grande. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. http://www.youtube.com/watch?v=wSg5pjAtHBc&feature=related

lunes, 8 de agosto de 2011

LA INSPORTABLE LEVEDAD DEL TIEMPO.


Dicen que el tiempo no existe, que es una invención humana. Que es la egoísta angustia vital de los hombres que quieren ser inmortales la que inventó los días, las horas. Es posible, no lo discuto. Es muy posible que esa sensación que recorre cada centímetro del alma de que avanzamos inexorables hacia el final sea una ficción, una fábula vital para darle cierto sentido a una especie de reloj que nos descuenta días, que pinta arrugas en nuestra piel, y cierra heridas en el corazón. Es cierto, es posible que sea solamente un invento. Que el tiempo no exista realmente.

Pero sea ficción o no lo sea, lo cierto es que resulta inevitable sentir que hay momentos irrepetibles, momentos que antes de que terminen se tiene la melancólica y otoñal convicción de que ya nada los mejorará. Y es esa caprichosa ficción humana del tiempo la que abre un vacío inmenso justo entre el alma y las tripas. En ese espacio en el que tratamos inútilmente de guardar esos momentos, esos pedazos de tiempo que se escapan, que no podemos retener.